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La deuda global entra en zona de riesgo: crece, es más cara y hay presión para elevar la inversión

La OCDE advierte de que España, Francia, el Reino Unido y Estados Unidos se enfrentan a una “mayor vulnerabilidad” de cara a los futuros vencimientos

Guerra de Rusia en Ucrania
Laura Delle Femmine

La economía mundial vuelve a adentrarse en terreno resbaladizo después sortear los desafíos mayúsculos de la pandemia y la crisis inflacionaria. Ahora se enfrenta a un crecimiento endeble y unas necesidades de inversión crecientes, que chocan con unas deudas soberanas más altas, más caras, y que no tienen visos de aligerarse. El entorno tampoco ayuda. Los bancos centrales han abrazado políticas monetarias restrictivas y las incertidumbres geopolíticas y macroeconómicas están trastocando los mercados. Así lo destaca el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que alerta de que, en términos agregados, el volumen de pasivo sobre el PIB de los países del bloque alcanzó el 84% del PIB en 2024 (55 billones de dólares) y este año se situará en el 85%, unos 10 puntos más que antes de la crisis sanitaria y casi el doble que en 2007.

España no escapa de esta dinámica. Su ratio de pasivo ha bajado con respecto a los picos alcanzados durante la pandemia, pero sigue elevada, instalada por encima del 100% del PIB. “Francia, España, Reino Unido y Estados Unidos se enfrentan a una mayor vulnerabilidad”, alerta el organismo multilateral. La OCDE señala que el pasivo de estos cuatro países que vence en 2027 supone más del 15% de su PIB actual, y que las refinanciaciones aumentarán los pagos de intereses en aproximadamente 0,4 puntos porcentuales del PIB para ese horizonte temporal, cuando vencerá casi la mitad la deuda soberana de los países del club. En otras economías del bloque se proyecta que el aumento medio se sitúe por debajo de los 0,2 puntos. “El aumento de los costes de financiación ya está lastrando las finanzas públicas”, ha resumido el secretario general del organismo, Mathias Cormann, durante la presentación del informe.

“Esta combinación de mayores costos y mayor deuda corre el riesgo de restringir la capacidad de endeudamiento futuro en un momento en que las necesidades de inversión son mayores que nunca”, zanja el Informe de Deuda Global 2025. Financiación del Crecimiento en un Entorno Complejo del Mercado de Deuda, publicado este jueves.

De hecho, el escenario es complejo y hay riesgos por doquier que alimentan la incertidumbre. Si la deuda ya está de por sí en niveles elevados, la subida de los tipos de interés ha encarecido los nuevos préstamos y complicará las refinanciaciones, mientras que el giro de 180 grados de los EE UU de Donald Trump tanto en términos diplomáticos como comerciales, con el inicio de una guerra arancelaria, amenaza con reavivar la inflación y estancar un crecimiento global que ya es débil. A todo ello se suman las inversiones mil millonarias que se precisan para llevar a cabo la transición digital y luchar contra el cambio climático, además de financiar la carrera armamentística a la que muchos países se han sumado ante un tablero geopolítico caliente, con la guerra en Ucrania como epicentro de las tensiones de un nuevo orden mundial menos previsible y más fragmentado.

“Dadas las condiciones actuales, satisfacer estas necesidades requerirá esfuerzos sostenidos para utilizar los mercados de deuda de la forma más estratégica posible”, señala el documento, que recomienda a los Gobiernos una “mayor prudencia fiscal, reformas estructurales para impulsar el crecimiento y mayor eficiencia en el gasto público” y a las empresas “priorizar el endeudamiento para gastos que mejoren la capacidad productiva”.

Tanto el endeudamiento soberano como el corporativo se incrementaron el año pasado y seguirán una senda ascendente en 2025. Tan solo el año pasado, el dinero pedido en los mercados por parte de Gobiernos y empresas superó los 25 billones de dólares a nivel mundial, el triple que en 2007. El aumento se explica en gran medida por el golpe de la crisis financiera antes y la pandemia después, que zarandearon la actividad y precisaron de estímulos fiscales para esquivar una recesión mayor, además de un endurecimiento de las regulaciones bancarias para promover el uso de la financiación de mercado. La OCDE prevé que la emisión de bonos soberanos de los países que forman parte del bloque alcance un récord de 17 billones de dólares este año.

Costes financieros al alza

La deuda no solo es más grande, también es más cara. Aunque el pasivo en circulación tiene un coste contenido, pues buena parte se contrajo durante la época de tipos ultrabajos, los bancos centrales han subido las tasas y han virado hacia políticas restrictivas para frenar la espiral inflacionaria provocada por el conflicto de Ucrania y el cortocircuito en las cadenas de suministro. A medida que los nuevos préstamos tengan que refinanciarse, los costes aumentarán. Las autoridades monetarias también han empezado a retirarse de los mercados tras absorber elevados niveles de la deuda en los últimos años: en los países de la OCDE, su participación en los bonos soberanos disminuyó en 10 puntos entre 2021 y 2024, del 29% al 19% del pasivo total en circulación.

La salida de los inversores institucionales implica que entren más prestamistas o que los actuales adquieran más pasivo, y las cifras apuntan a que son los hogares y los inversores extranjeros los que están cubriendo el desajuste. La participación de los primeros creció del 5% al 11%, y de los segundos del 29% al 34% en los cuatro últimos años. El riesgo, según el organismo, es que esta dinámica se rompa en un contexto más volátil. “El aumento de las tensiones geopolíticas y la incertidumbre comercial podría generar un rápido aumento de la aversión al riesgo entre estos inversores”, ha alertado Cormann.

A finales del año pasado, los rendimientos reales a diez años fueron superiores al promedio 2015-2019 en la casi totalidad de los países de la OCDE, y entre 2021 y 2024, la factura por intereses medida sobre el PIB ya pasó de su nivel más bajo al más alto en dos décadas. “Los aumentos en los pagos de intereses tienden a ser graduales, ya que la deuda total pendiente se ha emitido y vencerá a lo largo de décadas. No obstante, casi el 45% de la deuda soberana de los países de la OCDE vencerá en 2027″, explica el organismo, que invita a adoptar estrategias de endeudamiento más inteligentes. Aunque la era de tasas ultrabajas permitió priorizar operaciones financieras, ahora es crucial dirigir el crédito hacia proyectos que impulsen la productividad. La clave estará en equilibrar la necesidad de financiación con la viabilidad a largo plazo.

El coste de la transición climática

“El camino hacia el objetivo de cero emisiones netas será muy diferente según si el sector público o el privado financian la mayor parte de la inversión”, avisa la OCDE. Si fueran los Estados los únicos propulsores del cambio, la tasa de deuda sobre el PIB aumentaría en 25 puntos porcentuales en las economías avanzadas y en hasta 41 en China para 2050. En el resto de mercados emergentes, la subida sería de 16 puntos hasta 2040. Si el grueso del peso recayera sobre el sector privado, igualmente se endeudarían en exceso y necesitarían que el mercado de bonos de las empresas energéticas en mercados emergentes, excepto China, cuadruplique su tamaño en menos de diez años.

Si las tasas de crecimiento de la inversión pública y privada en la transición climática se mantienen en línea con las tendencias recientes, las economías avanzadas no estarán alineadas con los objetivos del Acuerdo de París hasta 2041. La situación es aún más difícil para los mercados emergentes, con excepción de China, que se enfrentarían a un déficit acumulado de inversión de 10 billones de dólares para cumplir con los objetivos marcados para 2050.


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Sobre la firma

Laura Delle Femmine
Es redactora en la sección de Economía de EL PAÍS y está especializada en Hacienda. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Trieste (Italia), Máster de Periodismo de EL PAÍS y Especialista en Información Económica por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
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